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De limones y lecciones de vida

Redacción Mx Político.- Nunca pensé en convertirme en una «señora de las plantas».

Gran parte de mi vida la pasé trabajando en una oficina y no me quedaba tiempo prácticamente para nada más que llegar a la casa a descansar, pero llegó la pandemia del COVID-19 y las cosas cambiaron para todos.

Cómo todos sabemos, en marzo de 2020 nos mandaron a confinamiento por «un mes», que terminó convirtiéndose en más de un año.

En esos primeros meses de encierro, nos dedicamos a hacer limpieza exhaustiva de casas y departamentos, así como a aprender a hacer cosas que nunca antes se nos hubiera ocurrido. En mi caso, intenté aprender a hacer galletas y postres, así como a tejer gorros y guantes.

Un día, revisando Facebook, me topé con una nota donde explicaban como sembrar un limón en una taza con el que podrías aromatizar tu casa. (Verso sin esfuerzo)

Ni tarda ni perezosa puse manos a la obra. Busqué un bonito limón, le saqué las semillas y las puse a remojar tal como decía el artículo.

Al día siguiente, sembré las semillas en una taza. Pasaron los días – ni recuerdo cuántos- pero grande fue mi sorpresa y emoción cuando de repente veo que de la tierra de la taza brotaban unas pequeñas hojitas.

Después de unas semanas, en la taza había tres ramitas con brillantes y olorosas hojas verdes. (Foto 1)

Al paso de las semanas, se hizo necesario cambiarlas a un recipiente más grande y después a una maceta y sacarla al pasillo donde con la luz del sol, rápidamente duplicó el tamaño y requirió ser trasplantado a otra maceta de mayor capacidad. (Foto 2)

Los días siguieron pasando, se transformaron en semanas y meses y mi limón siguió creciendo. A los dos años, le aparecieron sus primeras flores, lo que me llenó de emoción, sin embargo éstas se le cayeron. (Foto 3)

Seguí regándolo todos los días, poniéndole vitaminas y hoy, tres años después de haber sembrado esas semillitas, soy la orgullosa propietaria de un árbol de limón que ya empezó a dar sus primeros frutos. (Foto 4)

Me han recomendado que cambie mi árbol de limón a una maceta más grande para que siga creciendo, pero de hacerlo así ya no cabría en el espacio que tengo a la entrada de mi departamento y me perdería la satisfacción de verlo cada vez que salgo o entro. (Foto 5)

Ahora, además del limón tengo unas tres cactáceas, una sábila, un arbolito seco, heredado de una vecina, pero que se ve bonito y otra plantita, que no se cómo se llama (olvidé preguntar el nombre cuando la compré) que cuando la mueves huele delicioso.

Así, gracias a una publicación hecha en una red social me he convertido oficialmente en una «señora de las plantas» y podré poner en práctica la frase que dice «si la vida te da limones, haz limonada», ya que gracias a una pandemia mundial, hoy tengo un precioso árbol de limón, como prueba de que de algo que pudiera parecer malo se puede sacar algo bueno.

Hay un libro que amo titulado «Mi planta de naranja-lima» del portugués José Mauro de Vasconcelos, que cuenta la historia de Zezeo, también conocido como Zezé, quién hace de un árbol su mejor amigo.

Yo no tengo una planta de naranja-lima pero si una de limón. (Foto 6)

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