Jenhiffer Taylor
Japón: De ícono a enigma, en dificultades

Jenhiffer Taylor
Como mexicana que ha sentido siempre una profunda admiración por la cultura, la innovación y la disciplina de Japón, me sorprendió el panorama actual que vive este país.
Con mi visita programada para finales de año, y desde mi rol de profesionista dedicada a la comunicación política, decidí investigar a fondo la situación en Japón, especialmente a raíz de la reciente manifestación frente al Ministerio de Finanzas en Tokio.
En un país reconocido por su orden y reserva, las calles de la capital japonesa se convirtieron en escenario de un inusual estallido de ira. Ciudadanos, que hasta ahora habían mantenido una actitud comedida, se congregaron con consignas contundentes como “¡Derribemos el Ministerio de Finanzas!” y “¡No somos su cajero automático!”.
Este acto de desahogo no solo denuncia una política fiscal que, a ojos de muchos, sacrifica el bienestar ciudadano en favor de intereses corporativos y proyectos internacionales, sino que también refleja un sentimiento de impotencia ante un sistema que parece haber dejado de atender las necesidades básicas de la población.
En mi deseo de conocer más a profundidad sobre el tema, me encontré en redes con el video de “Japan GO”, un japonés que tiene un canal dedicado a la enseñanza del idioma, pero en esta ocasión decidió usarlo para dar voz a lo que está sucediendo en su país. Además, realizó una “denuncia” sobre la poca cobertura de los medios internacionales ante este tema, lo que llamó aún más mi atención y por lo que decidí escribir algo sobre ello.
La economía al límite: Inflación y pérdida de valor
El economista Momma Kazuo, exdirector ejecutivo del Banco de Japón, advierte que la percepción sobre las condiciones económicas del hogar ha sufrido un deterioro comparable al de la crisis financiera global de 2007–2008.
Durante 2022 y 2023, mientras los precios se disparaban, el índice de “bienestar” de los hogares cayó drásticamente. Con depósitos que suman alrededor de 1.1 cuatrillones de yen, la erosión del poder adquisitivo ha significado una pérdida de aproximadamente 90 billones de yen en tan solo tres años, a causa de una inflación sostenida en torno al 8%.
Además, el consumo no ha logrado retornar a los niveles de 2019, y los salarios reales han oscilado, reflejando un panorama económico que inquieta a la ciudadanía.
Un sistema en crisis frente al envejecimiento
La situación se complica aún más al observar la transformación demográfica que vive Japón. Con una disminución constante de la población joven y un incremento acelerado de los adultos mayores, el sistema de pensiones se encuentra al borde de su capacidad. Los trabajadores actuales se ven en la situación de tener que sostener financieramente a una población cada vez mayor sin ver un crecimiento real en sus propios ingresos.
La propuesta de aumentar el umbral de ingreso exento de impuestos, pasando de ¥1.03 millones a ¥1.78 millones, ha surgido en un intento de aliviar esta presión. Sin embargo, esta medida podría disminuir los ingresos fiscales en hasta ¥8 billones anuales y, en términos prácticos, sólo ofrecería un impulso marginal a la economía.
Amenazas externas y un horizonte incierto
El entorno global añade otra capa de complejidad a este escenario. Las tensiones internacionales, el riesgo de una nueva ola proteccionista y el caos arancelario impuesto por Donald Trump generan inquietud en sectores estratégicos, como el automotriz y el de autopartes.
A la par, factores como la fragmentación de las cadenas de suministro, los riesgos geopolíticos y las limitaciones globales en la oferta, entre otros, sugieren que la era de baja inflación de la última década podría haber quedado atrás.
Una mirada crítica a un futuro incierto
El análisis de estos múltiples desafíos—desde la manifestación en las calles de Tokio hasta las advertencias de expertos sobre la pérdida de valor de los ahorros y la insostenibilidad de un sistema demográfico envejecido—revela un Japón en la encrucijada.
La convergencia de problemas internos y presiones externas ha creado un clima de incertidumbre que inquieta a ciudadanos y expertos por igual. La nación, a la que admiro y a la que espero conocer en persona en breve, se enfrenta a un futuro donde la desconfianza y el descontento parecen acumularse sin una respuesta clara en el horizonte.
Esta situación invita a reflexionar sobre la fragilidad de un modelo económico y social que, a pesar de su aparente fortaleza, muestra signos de agotamiento ante los desafíos del presente y las incertidumbres del futuro.
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